La inteligencia artificial (IA) ya no es una promesa del mañana: es la revolución silenciosa del presente. De ser un privilegio de laboratorios académicos y corporaciones tecnológicas, ha pasado a ser una herramienta esencial al servicio de la resiliencia, la eficiencia y la estrategia.
La IA puede definirse como la capacidad de las máquinas para emular procesos cognitivos humanos, ejecutando tareas complejas, aprendiendo de los datos, y tomando decisiones con una velocidad y precisión que trascienden nuestras limitaciones naturales (Giuggioli & Pellegrini, 2023).
Su evolución conceptual comprende tres generaciones:
- IA estrecha, especializada en tareas concretas, como: Asistentes virtuales como Siri, Alexa o Google.
- IA general, capaz de razonar y adaptarse a problemas diversos; (Tecnología en desarrollo. Robots Autónomos.
- IA superinteligente, una visión futurista, proyectada para superar ampliamente la inteligencia humana en creatividad, técnica y sensibilidad. (Budhwar et al., 2023; Deepa et al., 2024).
Lo verdaderamente disruptivo de la IA es su naturaleza multidisciplinaria y su integración con tecnologías como el Internet de las Cosas (IoT), la realidad aumentada (AR) o la cadena de bloques (blockchain), lo que le permite recopilar, procesar y traducir grandes volúmenes de información en decisiones ágiles, relevantes y predictivas (Hansen & Bøgh, 2021; Soori et al., 2023).
La inteligencia artificial no reemplaza el talento humano, lo amplifica. En tiempos de incertidumbre, se convierte en una aliada indispensable para anticipar, adaptarse y transformar.
